Artículos sobre ciencia y tecnología de Mauricio-José Schwarz publicados originalmente en El Correo y otros diarios del Grupo Vocento

Cuando tener comida es un problema

El hombre ha vivido temiendo la escasez de alimentos. Pero las sociedades de la abundancia albergan hoy condiciones paradójicas, como la bulimia y la anorexia.

Los recientes fallecimientos de cinco jóvenes brasileñas con el anhelo de recorrer las pasarelas como modelos y las restricciones sobre el índice de masa corporal impuestas a las modelos en las pasarelas españolas e italianas han subrayado nuevamente el problema que en algunas sociedades están presentando los desórdenes alimenticios con origen psicológico.

La historia humana, salvo en algunas sociedades, ha sido una de ciclos de escasez y abundancia que marcaron los acontecimientos. Por ejemplo, se considera que la gran hambruna en Egipto provocada por la reducción en las inundaciones del Nilo a mediados del siglo 22 antes de nuestra era fue una de las causas principales del colapso del antiguo reino. El hambre puede haber también jugado un papel esencial en la caída de muchas civilizaciones en todo el planeta, incluida la de los antiguos mayas, y juega un importante papel en el imaginario colectivo incluso en Europa, cuando la última hambruna grave ocurrió durante la Segunda Guerra Mundial. Hambrunas recientes como la de 1958-1961 en China con más de 30 millones de muertes, las de las décadas de 1970 y 1980 en África o la de Corea del Norte a mediados la década de 1990 son una clara muestra de que la abundancia que generan el conocimiento, la tecnología y los avances de la ciencia sigue estando lejos del alcance de la mayoría de los seres humanos.

En tiempos ya sea de abundancia o de escasez, siempre ha habido casos de personas que voluntariamente se someten al hambre. Las religiones que consideran que el dolor, el sacrificio, la humillación y la automutilación son agradables a sus deidades o un buen camino para la superación espiritual suelen incluir el ayuno voluntario como forma de adoración o ejercicio espiritual, y esta idea en ocasiones es llevada al extremo por seguidores especialmente fervientes. En algunos países asiátcos, se sabe de monjes budistas que se han suicidado mediante la privación de alimentos, y es conocida la historia de la monja católica supuestamente estigmatizada Catherine Emmerich, que afirmaba alimentarse únicamente de una hostia consagrada al día. Igualmente, y en un tono más humano, durante las más graves hambrunas no es infrecuente que algunas personas opten por entregar sus alimentos a las personas que aman, especialmente a sus hijos.

Pero la supresión de la alimentación por motivos psicológicos, voluntarios y no sujetos a creencias religiosas o a escasez ha sido históricamente menos frecuente. Según algunos expertos, lo que hoy conocemos como anorexia nerviosa es una afección descrita por primera vez en Londres en 1689 por Richard Morton, que hablaba de una "consunción nerviosa" ocasionada por "tristeza y preocupaciones de ansiedad", pero no hay forma de saber si el origen de los desarreglos observados por Morton es el mismo que hoy es causa de alarma principalmente en las sociedades occidentales. Ciertamente, los síntomas que describió Charles Lasègue en Francia en 1873 sí parecen los mismos que hoy afectan a muchas chicas, aunque no es sino hasta la década de 1930 cuando los investigadores encuentran las raíces emocionales de la anorexia que hoy caracterizan a esta disfunción.

La anorexia nerviosa se caracteriza porque el paciente (generalmente mujer, pero no de manera exclusiva) se percibe a sí mismo como alguien con exceso de peso y, a la búsqueda de un aspecto "ideal" se priva de alimentos, en ocasiones dejándose llevar por un exceso de comida consumida descontroladamente en una hora o dos, que suele ser seguido por la lucha por eliminar esa comida, ya sea mediante purgantes o eméticos para provocar el vómito. Aunque también hay referencias históricas al vómito autoinducido, como en el caso de los antiguos griegos y romanos, esta antigua práctica no contenía el elemento de "lucha" contra el alimento, sino que era solamente una forma de vaciar el estómago para poder seguir comiendo en orgías y bacanales, y por tanto se trata de cosas sin relación entre sí. Cuando comer descontroladamente y purgarse es un hábito recurrente, incluso en personas que no sufren de anorexia, se conoce como "bulimia nerviosa", y ambas afecciones con frecuencia se sobreponen en las mismas víctimas. A esto se añaden prácticas supersticiosas surgidas de ideas como la de que el cuerpo "acumula toxinas" y que para "limpiarlo" hace falta un ayuno periódico, afirmación muy común entre ciertas creencias relacionadas con el new age pero que no tiene ninguna base en el funcionamiento real del cuerpo, sin contar con que los proponentes de estas ideas nunca han podido identificar química o biológicamente a ninguna de las "toxinas" de las que hablan.

Esto muestra que la anorexia y la bulimia tienen un componente social muy importante. Así como las mujeres victorianas experimentaban anorexia por temor a que su apetito por la comida se confundiera con un "excesivo" apetito sexual además de existir el mito que comer en abundancia provocaba "fealdad", las víctimas de la anorexia y la bulimia hoy consideran que deben responder a un ideal de belleza que se decide más en los ateliers de diseño de moda y en las compañías publicitarias que en la interacción cotidiana. Estos ideales, unidos a una baja autoestima, se encuentran en la raíz de gran parte de los casos, como lo demuestra el hecho de que la anorexia y la bulimia se concentran en los países de la abundancia y en los sectores de las clases medias y altas de los países más pobres, que se identifican cultural y socialmente con las grandes metrópolis económicas.

El índice de masa corporal


Lo que hoy llamamo "índice de masa corporal" (IMC) es una medición estadística desarrollada a mediados del siglo XIX por el erudito belga Adolphe Quetelet (por lo que también se le conoce como "índice Quetelet", y es básicamente el peso de una persona en kilogramos dividido entre el cuadrado de su estatura en metros o sea kg/m2. En 1996, la Organización Mundial de la Salud decidió emplear esta medición para determinar los niveles de desnutrición de las poblaciones. En el caso de personas adultas con una complexión media, se considera que un valor de menos de 15 indica inanición, hasta 17,5 revela anorexia, hasta 18,5 falta de peso, de 18,5 a 25 un peso normal, hasta 30 hay sobrepeso, hasta 40 hay obesidad y en más de 40 hay obesidad mórbida. En el caso de personas de huesos muy anchos o delgados, o con gran musculatura (como los fisiculturistas), puede haber variaciones mayores que no revelen anormalidad. El límite de las pasarelas, fijado en 18, es, de todas formas, el correspondiente a una ligera falta de peso.