Artículos sobre ciencia y tecnología de Mauricio-José Schwarz publicados originalmente en El Correo y otros diarios del Grupo Vocento

Los niños salvajes y el lenguaje

La tragedia de los niños criados en aislamiento social nos permite profundizar en algunos de los aspectos del origen del lenguaje entre los humanos.

La loba amamantando a Rómulo y Remo, míticos niños
ferales fundadores de Roma. Altar de mármol de fines del
reinado de Trajano.
(Foto D.P. Marie Lan-Nguyen vía Wikimedia Commons)
Una cuestión esencial para la ciencia respecto de nuestra vida como especie es en qué medida el lenguaje y las capacidades intelectivas asociadas a él dependen de la genética y en qué medida del entorno social. Los experimentos que se podrían plantear para solventar esta cuestión implicarían el aislamiento de niños de su entorno social para analizar su desarrollo, algo éticamente inadmisible, aunque las leyendas de varias culturas aseguran que distintos monarcas lo han intentado con algunos de sus infortunados súbditos.

Algo similar a tal experimento ocurre con los niños que se crían con un mínimo de contacto humano o sin él, ya sea por desarrollarse solos, ser criados por diversos animales o ser víctimas de atroces prácticas como las que sufrió la niña "Genie" en Estados Unidos en los años 70, que vivió sus primeros trece años ignorada y atada a una silla y a una cama. La literatura popular ha idealizado a los niños criados en aislamiento, los llamados "niños ferales", en particular los que han sido adoptados por animales. Desde el mito fundacional de Roma, con Rómulo y Remo, amamantados por una loba, pasando por Tarzán y el Mowgli de El libro de la selva, al niño feral se le ha identificado con un estado idílico de estrecha asociación con la naturaleza, fina sensiblidad y agudo intelecto. Nada de eso, sin embargo, ocurre con los más de cien niños ferales conocidos, incluida la camboyana Rochom P'ngieng, perdida aparentemente a los 8 años y recientemente encontrada después de 19.

El lenguaje es uno de los grandes misterios de nuestra evolución. Considerado como una característica esencialmente humana, fue necesario que los paleoantropólogos descubrieran un hueso hioides de un neandertal para que se aceptara que esos primos nuestros también podían hablar. El hueso hioides o lingual es un hueso del cuello humano no articulado con ningún otro hueso que soporta la lengua y que es fundamental para el lenguaje humano complejo. El aparato fonador que produce nuestro lenguaje es una peculiaridad de la naturaleza, pero más lo son las estructuras neurológicas que lo sustentan. Nuestra capacidad de producir un lenguaje se concentra en la llamada "área de Broca", por el médico francés Jean Pierre Broca que la identificó. Se encuentra en un solo lado del cerebro (comúnmente el izquierdo) en el pliegue del lóbulo frontal, aproximadamente encima y delante de nuestros oídos. En esa zona se procesa la producción del habla y parte de la comprensión, aunque la mayor parte de la capacidad de comprensión parece hallarse en el "área de Wernicke", una estructura ubicada donde se encuentral el lóbulo temporal y el parietal, en el mismo hemisferio cerebral donde se encuentra la de Broca. Siendo parte de la corteza cerebral, estas dos áreas son estructuras "modernas" en términos evolutivos.

Los niños totalmente aislados desde la más tierna infancia y recuperados después de la pubertad no consiguen desarrollar plenamente lo que llamamos lenguaje. Así lo parecen demostrar casos famosos, como el de Víctor de Aveyron, encontrado en el sur de Francia en 1800, a una edad de aproximadamente doce años, quien pese a vivir 28 años más, aprendió a obedecer algunas órdenes habladas pero nunca dio señales de comprender el lenguaje como una estructura gramatical y, ciertamente, nunca consiguió hablar, aunque producía algunos sonidos distintivos. Kamala, hallada a los ocho años en la India junto con su hermana Amala de 18 meses (que murió poco después), logró apenas reunir un vocabulario de unas 40 palabras antes de su muerte a los 16 años de edad.

Una de las peculiaridades de la evolución humana es la indefensión que tienen los recién nacidos, así como nuestra prolongada infancia, un proceso conocido como "neotenia" que, se ha teorizado, se produjo entre los humanos dándonos, como individuos, un precioso tiempo necesario para aprender y formarnos en la cultura y sutilezas sociales peculiares de nuestra especie. Pero lo que parecen habernos enseñado los niños ferales es que sin el entorno social, esa preparación genética es inútil. Esto explicaría el fracaso de Joseph Singh, quien encontró a Kamala y Amala y que pretendía "liberar" a las niñas de las cualidades lupinas que, según él, impedían que surgieran sus cualidades humanas. Existe, por el contrario, un llamado "período crítico" o "período sensible" para el desarrollo del lenguaje, limitado a los años anteriores a la pubertad, y después de esta los cambios en el cerebro hacen que resulte extremadamente difícil adquirir la capacidad de comunicarnos mediante un lenguaje.

Lo que sabemos a partir de los niños ferales es, sin embargo, poco concluyente y suele sustentarse en otro tipo de experimentos y estudios para validarse. Primero, porque sólo hay algo más de cien casos reportados en la historia, y cada uno tiene peculiaridades difíciles de generalizar. Segundo, porque en muchos casos existe la duda de si los problemas de desarrollo reportados en niños ferales del pasado fueron producto de su crianza en aislamiento o bien los niños fueron abandonados o aislados precisamente por dar señales tempranas de algún problema de comportamiento, como podría ser el autismo (que se ha argumentado en el caso de Víctor de Aveyron) o retrasos mentales graves que no diagnosticaban correctamente en el pasado. Y también, como se ha podido demostrar en algunos casos, porque algunos casos son bulos o fraudes, como el de la "Ninfa de Nullarbor", una supuesta "niña canguro" que no era sino una joven modelo contratada por un hotel para hacerse publicidad y embromar a los turistas.

El cerebro humano necesita de estímulos para desarrollarse, y las neurociencias actuales han demostrado de manera sumamente gráfica cómo las conexiones neuronales se multiplican en cerebros sometidos a estímulos interesantes, atractivos y cercanos, mientras que la falta de estímulos ocasiona que el cerebro sea más pequeño y con malformaciones. En el debate entre la genética y el entorno, entre lo innato y lo aprendido, finalmente parece estar claro que ambos elementos son esenciales para hacernos lo que somos.

La afasia de Broca

La afasia de Broca puede presentarse como consecuencia de una lesión en el área de Broca. Se caracteriza por la incapacidad del paciente de crear oraciones gramaticalmente complejas. Los que sufren de esta afección hablan de modo "telegráfico" y utilizan pocas conjunciones, preposiciones o adverbios. Los pacientes saben que no se están comunicando correctamente, pues su comprensión del lenguaje generalmente es normal salvo en el caso de algunos tipos de oraciones de sintaxis muy compleja.