Artículos sobre ciencia y tecnología de Mauricio-José Schwarz publicados originalmente en El Correo y otros diarios del Grupo Vocento

Un universo ordenado

Isaac Newton, casi desconocido como persona, es uno de los más grandes genios y uno de los seres humanos que mayor influencia ha ejercido en la historia humana.

El día de navidad de 1642 (4 de enero de 1642 en el calendario actual) nacía en el pequeño poblado de Woolsthorpe, condado de Lincolnshire, en la costa oriental inglesa, un niño prematuro, hijo póstumo de un terrateniente analfabeta. A los tres años fue entregado a su abuela mientras su madre se casaba de nuevo y fundaba otra familia. Rechazado por su madre, odiando a su padrastro y pasando por una infancia infeliz y conflictiva, no había nada, como suele decirse, que indicara que el pequeño Isaac albergaba un genio capaz de hacer la luz sobre las leyes del universo.

La vuelta de su madre al morir su segundo marido en 1653 hizo volver al todavía niño Isaac de la escuela para encargarse de las tierras familiares, pero fue todo un fracaso como agricultor y volvió al colegio, con objeto de prepararse para entrar a Cambridge. Alumno brillante pero sin alardes demasiado destacados, y siempre con problemas emocionales, terminó su educación a los 18 años y a los 19 marchó a Cambridge, dejando atrás a la única novia que se le conocería. La venerable institución a la que llegó el joven y atormentado estudiante estaba por entonces dominada aún por las tradiciones escolásticas y la reverencia a Aristóteles, que no apasionaban a Newton. En examen en 1664 sobre la geometría de Euclides mostró graves lagunas, al mismo tiempo que estudiaba vigorosamente por su cuenta a pensadores menos tradicionales como Descartes (cuyas matemáticas le absorbían) y Hobbes, y a astrónomos revolucionarios y “peligrosos” como Galileo, Copérnico y Kepler. Estos serían los personajes a los que Newton se referiría cuando dijo en 1675: “Si he visto más lejos que otros, ha sido por estar de pie sobre hombros de gigantes”.

Graduado sin honores ni distinciones especiales en 1665, Newton volvió a su pueblo cuando Cambridge cerró sus puertas a causa de la peste, para abrirlas de nuevo hasta 1667. El joven se dedicó a estudios que se convertirían en asombrosas aportaciones para la ciencia. En sólo dieciocho meses (anticipando en cierta medida el “anno mirabilis” o “año de las maravillas de Einstein”, que en 1905 publicó cuatro artículos que cambiaron el mundo), Isaac Newton descubrió las ley del inverso del cuadrado, desarrolló el cálculo infinitesimal, generalizó el teorema del binomio, estableció las bases de su teoría de la luz y el color y avanzó de modo significativo en su comprensión del movimiento de los planetas que devendría en las leyes de la gravitación. Al término de este período, el personaje que volvió a Cambridge cuando la universidad reabrió sus puertas era otro, quizá con más claridad en sus intereses, que consiguió una beca menor, finalizó su maestría un año después y en 1669, a los 26 años de edad, obtuvo la cátedra lucasiana de matemáticas (hoy ocupada por Stephen Hawking), que representaba la tranquilidad profesional y económica, y una avenida para dedicar gran cantidad de tiempo a pensar, descubrir y crear. Newton envía entonces al editor su obra sobre cálculo de ecuaciones con números infinitos, que abriría el camino para el cálculo diferencial e integral, base de las matemáticas actuales.

De 1670 a 1672 se ocupa principalmente de la luz, demostrando que la luz blanca está compuesta por todos los colores del espectro, y desarrolla la teoría del color que demostró que el color es una propiedad de la luz y no de los objetos que la reflejan, además de inventar el telescopio de reflexión, el más común telescopio óptico desde entonces. En 1675 publica su Hipótesis sobre la luz, a contracorriente de sus contemporáneos que sostenían otras ideas y atacaron con bastante violencia a Newton. Autor de la frase “el tacto es la capacidad de hacer una afirmación sin hacerse de un enemigo”, Newton no gustaba de enfrentamientos y publicaba sin mucha convicción, por lo cual usó la reacción contra su obra como motivo para no publicar más sus obras mayores, compromiso que sostuvo hasta 1687. Esto significó que la difusión de su obra se daría en comunicaciones privadas con otros estudiosos. En 1676 le comunicó a Henry Oldenburg por carta el teorema del binomio que había desarrollado 10 años atrás, estableciendo por ello correspondencia con el matemático alemán Leibnitz. Varios astrónomos revolucionarios como Edmond Halley conocieron los méritos de Newton en el conocimiento de los movimientos de los cuerpos celestes, y fue este último el que se esforzó por conseguir que Newton aceptara publicar su libro Philosophiae naturalis principia mathematica, mejor conocido como los Principia con los que estableció los nuevos cimientos de las matemáticas y la física.

En 1689, dos años después de la publicación de esta obra esencial, Newton obtuvo un escaño como miembro del Parlamento, en el que, dice la leyenda, su única intervención fue para pedir que abrieran una ventana, y se ocupó de la química, la hidrodinámica y la construcción de telescopios, además de disciplinas menos precisas como la alquimia, el ocultismo y los estudios literalistas bíblicos, y finalmente abandonó Cambridge para aceptar el puesto de director de la casa de moneda, fue hecho caballero por la reina Ana y después de una larga enfermedad murió en 1727, a los 85 años de edad.

Los últimos años de la vida del genio británico se vieron ocupados por la renovación del sistema monetario británico, una excentricidad cada vez mayor y una feroz controversia con Leibnitz sobre la paternidad genuina del cálculo diferencial e integral, un enfrentamiento amargo que no terminó siquiera con la muerte de los matemáticos, pues seguía presente a fines del siglo XVIII, recordándonos que esos hombres de pensamiento genial y visión amplísima sobre el universo no dejan, por ello, de ser humanos, con las mismas pasiones y penurias que cualquiera de nosotros.

Hoy en día, los historiadores de la ciencia aceptan que Leibnitz y Newton muy probablemente desarrollaron el concepto independientemente.

El síndrome de Asperger

Investigadores de las universidades de Cambridge y Oxford concluyeron en 2003 que, probablemente, los dos máximos genios conocidos, Isaac Newton y Albert Einstein, sufrieron una forma de síndrome de Asperger, una de las formas del autismo, caracterizada por una falta de habilidades sociales, obsesión con temas complejos y problemas de comunicación. Se sabe que Newton casi no hablaba, se obsesionaba tanto con el trabajo que solía olvidarse de comer y era tibio o incluso desagradable con sus pocos amigos. Si bien esto no vuelve genios a todos los pacientes de Asperger, sí les da esperanzas de encontrar su lugar bajo el sol.

Rarezas y sorpresas en el cielo

Uno de los primeros anuncios científicos de este año estuvo a cargo, de nuevo, de observaciones realizadas por el telescopio espacial Hubble. La astrónoma Duilia de Mello anunció que con el Hubble se habían descubierto inesperadas “burbujas azules”, cada una con un peso de decenas de miles de veces la masa de nuestro Sol, en el punto donde tres galaxias chocaron hace unos 200 millones de años. Acercándose, el Hubble vio que eran grupos de hasta 20.000 estrellas cada uno, y algunas de sólo 10 millones de años (nuestro Sol, por comparación, tiene una antigüedad de 4.600 millones de años). Hasta este momento, los astrónomos consideraban que el gas en los bordes de la galaxia no era lo suficientemente concentrado como para disparar la creación de estrellas, además de poder haber jugado un papel relevante en los primeros tiempos de nuestro universo. Es la última (hasta hoy) rareza que nos ofrece el universo en el que vivimos.

Al mirar al cielo, los que tenemos poca experiencia en la observación de cuanto ocurre sobre nuestras cabezas podemos extrañarnos –e incluso alarmarnos- al ver ciertos fenómenos que son, sin embargo, totalmente naturales. En su día, incluso cuando ya se podían predecir, los eclipses de sol y de luna eran dotados de significados mágicos, sobrenaturales y con frecuencia temibles, y más grave era la situación de los cometas, cuya aparición no es fácilmente predecible (salvo los casos excepcionales de cometas de apariciones periódicas en relativamente poco tiempo, como el Halley, que vuelve a pasar cerca del sol cada 75-76 años). En prácticamente todas las civilizaciones los cometas eran augurio de calamidades diversas.

No fue sino hasta que se inventó el telescopio y se desarrolló la comprensión del universo a partir de las ideas de Nicolás Copérnico que empezamos a entender genuinamente algunos aspectos del espacio que nos rodea, y con ello empezamos a encontrarnos con objetos que fueron, todos, rarezas en su momento. Las manchas del sol y las lunas de Júpiter, dos descubrimientos de Galileo, simplemente cambiaron de golpe y para siempre la idea del cosmos como un lugar que reflejara uno u otro esquema mitológico o religioso. Ideas falsas pero atractivas como la de la “música de los astros” y la relación geométrica entre las órbitas de los planetas quedaron atrás rápidamente. Entendimos que otros planetas pueden tener satélites, que nuestro sol es una estrella y que otras estrellas pueden tener planetas, que las estrellas se agrupan en galaxias de distintas formas y características y, sobre todo, vimos los enormes alcances de nuestra ignorancia, lo mucho que nos quedaba por saber sobre nuestro universo. Para seguir conociéndolo, a los telescopios de luz visible se añadieron otras herramientas como los radiotelescopios, los telescopios de infrarrojos y de microondas, los telescopios que huían de las distorsiones causadas por nuestra atmósfera para hacer observaciones más precisas desde una órbita alrededor de la Tierra.

Con todas estas herramientas la humanidad ha confirmado la visionaria afirmación realizada en 1927 por el brillante genetista y biólogo evolutivo J.B.S. Haldane: “No tengo dudas de que en realidad el futuro será muchísimo más sorprendente que cualquier cosa que yo pueda imaginar. Ahora, mi propia sospecha es que el universo no es sólo más extraño de lo que suponemos, sino que es más extraño de lo que podemos suponer”, y lo ha hecho encontrando asombrosas rarezas en el universo, objetos enormes, reales y que nos permiten hacernos muchas nuevas preguntas.

En 1950, se empezaron a descubrir fuentes de radio que no tenían un objeto visible correspondiente. Pero no fue sino hasta 1962 que se encontró la primera contraparte visible de estos extraños objetos, bautizados en 1964 como “cuásares”, objetos cuasi estelares. Siguió a esto la búsqueda de una explicación a su enorme potencia pese a su enorme lejanía cósmica, lo qeu se logró en 1970, y en 1979 se demostró mediante observación que las emisiones de los cuásares sufrían el efecto de “lente gravitacional” predicho por la relatividad einsteiniana. Hoy, hay consenso en considerar, salvo nuevos datos, que los cuásares son los discos de acreción o acumulación de materia que existen alrededor de los agujeros negros supermasivos presentes, al parecer, en todas las galaxias, o en la mayoría de ellas.

En 1967, en un observatorio británico, Jocelyn Bell y Antony Hewish detectaron en los rastros de datos del radiotelescopio una señal de radio que era perfectamente regular en su duración, el ciclo de su repetición y su procedencia. La primera idea que tuvieron fue que se trataba de ruido aleatorio, pero pronto vieron que no podía serlo y propusieron como otra explicación que la señal podría ser un radiofaro o una comunicación de una civilización extraterrestre, de modo que llamaron al emisor de la señal LGM-1, donde LGM son las siglas de Little Green Men, pequeños hombres verdes, tomándose un poco a chanza la posibilidad que ellos mismos sugerían. Pronto se determinó, sin embargo, que era otra cosa. Los astrónomos Thomas Gold y Fred Hoyle sugirieron que se trataba de una "estrella de neutrones" que giraba rápidamente. La idea de una estrella formada principalmente por neutrones, como resultado de la explosión de una estrella masiva en el cataclismo estelar que conocemos como supernova, había aparecido apenas en 1934. Los estudios demostraron, finalmente, que LGM-1 era efectivamente una estrella neutrónica girando rápidamente (una vez cada 1,377 segundos) y su movimiento era el responsable de la señal pulsante, por lo que se dio el nombre de pulsares a este tipo de estrellas que hoy sabemos que son la mayoría de las estrellas neutrónicas.

Y podemos estar muy seguros de que, al paso del tiempo, encontraremos rarezas que dejarán atrás los sueños de la ciencia ficción, en un universo extraño pero fascinante.

Una idea convertida en realidad

El objeto estelar más extraño es el agujero negro. La probabilidad de su existencia se propuso por primera vez en 1783, pero hasta que tuvimos los conocimientos de la gravedad relativista se pudo dar un debate y estudios por los más relevantes físicos del siglo XX para determinar si podía o no haber agujeros negros, y cómo se comportarían. Lo que era sólo la hipótesis de un objeto tremendamente extraño, tan masivo y denso que ni la luz podía escapar de él, se fue perfilando como algo que debía existir en nuestro universo y algo que casi con certeza exista. Hoy, aunque no es posible detectar directamente un agujero negro, tenemos evidencias suficientes para considerar que hay uno en el centro de las galaxias más grandes... incluida la nuestra.

Tengo mucho corazón

¿Tenemos dos formas distintas de sangre en nuestro cuerpo como dijo Galeno? ¿El cuerpo consume la sangre y el hígado la fabrica continuamente? ¿Las arterias pulsan debido a la “virtud pulsátil” en lugar de por los latidos del corazón? ¿El mejor remedio para casi cualquier enfermedad es la extracción de sangre? ¿El corazón es el asiento de la inteligencia, el movimiento y la sensación? ¿Es un órgano caliente y seco según la teoría de Hipócrates? ¿Tiene tres cámaras? ¿Es enfriado por el cerebro y los pulmones?

La respuesta a todas estas preguntas es, por supuesto, que no. La sangre venosa y la arterial son la misma, y la diferencia de su color se debe a la presencia o ausencia de oxígeno en sus moléculas de hemoglobina; el cuerpo no consume sangre, y el hígado no “fabrica” ni sangre ni ningún otro “humor”; las arterias laten debido a los latidos del corazón, no tienen capacidad de hacerlo sin él; extraer sangre no sólo no sirve como remedio, sino que reduce la capacidad de respuesta del cuerpo a las enfermedades; la inteligencia, los movimientos y las sensaciones son controlados por el sistema nervioso; las ideas de calor-frío y humedad-sequedad de la teoría de los humores de Hipócrates no tienen ninguna base real; el corazón tiene cuatro cámaras, no tres, dos ventrículos y dos aurículas; el cerebro controla el cuerpo y los pulmones oxigenan la sangre, pero el corazón no necesita ningún enfriamiento.

Sin embargo, la cultura occidental respondió que “sí” a todas esas preguntas durante casi dos mil años, cuando la aparición del método científico sustituyó la fe en la autoridad de los autores antiguos. Así, en 1508-1509, Leonardo Da Vinci dibujó un corazón con aurículas y ventrículos separados por válvulas. Leonardo y otros ponen las bases para que el inglés William Harvey enuncie su teoría de la circulación sanguínea en 1628, cuando escribe su tratado Sobre la circulación de la sangre. Sólo a partir de este momento se puede hablar de una medicina con bases científicas que se ocupa realmente de los problemas, afecciones y enfermedades del órgano cardiaco. En 1733 el británico Stephen Hales midió por primera vez la tensión arterial, en 1816 el francés René Laennec inventó el estetoscopio, en 1903 el holandés Willem Einthoven desarrolla el electrocardiógrafo y en 1938 el médico estadounidense Robert Gross realiza la primera cirugía cardiaca ampliamente difundida, abriendo paso a numerosos sistemas, inventos y procedimientos para enfrentar las crisis cardiacas, tratarls y, de ser posible, prevenirlas. Así, una idea tan común como es hoy el masaje cardiaco para suplir temporalmente el latido del corazón y mantener viva a una víctima viene apenas de 1961, el marcapasos externo de 1965 y los trasplantes cardiacos comienzan su historia en 1967.

El corazón y la tecnología

Era necesario comprender al corazón para conocer sus afecciones y enfrentarlas. Resultó sorprendente que entre los principales enemigos del corazón estuvieran los elementos que bloquean, engrosan, endurecen y de otras formas disminuyen el flujo sanguíneo en las arterias que alimentan al propio músculo cardiaco, las coronarias. Siendo el músculo que más trabaja en el cuerpo, que no descansa desde antes de nuestro nacimiento hasta nuestra muerte, el corazón requiere una alimentación adecuada. La mala alimentación, el uso del tabaco, la contaminación ambiental y, sobre todo, la edad, aumentan el riesgo de sufrir un problema cardiaco. Aún así, el corazón puede sufrir muchas otras afecciones, y gran parte de la tecnología médica y farmacéutica de hoy en día busca tratarlas, pues con la caída de la incidencia de otras enfermedades asesinas, las enfermedades cardiacas son la principal causa de muerte en Estados Unidos, Inglaterra y Gales, y a mediados de 2007, un estudio indicó que para 2020 las enfermedades cardiovasculares serán la principal causa de muerte en todo el mundo. Curiosamente, aunque en total se están reduciendo las muertes por afecciones cardiacas, proporcionalmente están disminuyendo a una velocidad menor que otras, como el cáncer. Es decir, no es que haya más enfermedades cardiacas que antes, sino que otras causas de muerte están siendo atacadas con eficacia.

La cantidad de herramientas a nuestro alcance para enfrentar los problemas cardiacos es cada vez mayor: repuestos para válvulas cardiacas, procedimientos para facilitar la circulación en las coronarias (desde los bypass o desvíos que evitan las zonas dañadas de las arterias hasta los stents, fragmentos de tubo que mecánicamente las mantienen abiertas), trasplantes cardiacos y algunas opciones que parecen de ciencia ficción, como la cirugía cardiaca asistida por robots que empezó a usarse con éxito apenas en 2001. En este tipo de intervención, el cirujano, en lugar de colocarse tras el bisturí, se sitúa tras una consola informática que manipula directamente brazos robóticos que operan al paciente. Esto mejora de modo notable la capacidad del cirujano de realizar manobras delicadas e incisiones y puntadas muy precisos, además de que la cirugía puede realizarse de modo remoto, pues el cirujano lo ve todo mediante monitores de vídeo con excelente resolución y capacidad de ampliación y no necesita estar físicamente cerca del paciente.

La utilización de células madre como fuente de “piezas de recambio” es una de las áreas que más entusiasmo han generado en los últimos años, y desde principios del siglo XXI se han ido aplicando de modo cada vez más amplio para reparar problemas mecánicos cardiacos. Pero quizá la noticia más asombrosa se dio en 2007, cuando investigadores del instituto de tecnología Technion-Israel anunciaron la creación de tejido cardiaco capaz de latir y con su propio suministro de sangre a partir de células madre. Los investigadores “sembraron” un molde” de plástico tridimensional esponjoso con células madre embrionarias y las trataron de modo que crearan músculo cardiaco útil.

Pero la mejor forma de evitar los problemas cardiacos es, claro, tener un estilo de vida sano: control en el consumo de grasas, nada de tabaco, poco alcohol y algo de ejercicio. Poco tecnológico, quizá, pero eficaz.


España en el corazón

En 1801, finalmente, después de miles de años en los que el ser humano se atrevió a otros tipos de cirugía (incluidos avanzados sistemas romanos para la extracción de cataratas en los ojos), un casi olvidado cirujano catalán, Francisco Romero, realizó la primera cirugía cardiaca exitosa, con un corte al pericardio, la membrana que rodea al corazón. Cuando presentó su trabajo en la Sociedad de la Escuela de Medicina de París, su procedimiento se consideró demasiado agresivo y su trabajo no fue difundido durante muchos años.

Los autos beberán alcohol

La búsqueda de formas de energía alternativas a los hidrocarburos (que finalmente se agotarán tarde o temprano) debe cumplir los requisitos que caracterizan a las sustancias que van a sustituir, es decir, ser de producción continua y previsible (como lo son las reservas petroleras), ser altamente eficientes (gran rendimiento de energía en volúmenes razonablemente pequeños), ser almacenables (es decir, que se puedan guardar hasta que se necesitan) y además deben ser, idealmente, poco contaminantes y, sobre todo, ser renovables. Esta matriz de requisitos determina la verdadera viabilidad de una nueva fuente de energía, y deja fuera (al menos como sustituto de los hidrocarburos) a opciones como la energía eólica, la solar mediante paneles, e incluso las celdillas de combustible de hidrógeno.

No deja de ser curioso que en un panorama de preparación para la falta de petróleo en el que dominan avanzadas propuestas tecnológicas, turbinas, membranas de alto rendimiento y materiales propios de la era espacial, se haya venido instalando como candidata a sustituir al petróleo una sustancia que tiene al menos una parte de historia humilde (en aguardientes como el ron y la cerveza) aunque tenga también parientes en los más altos niveles (como los brandys de gran reserva, y los vinos de excelencia, incluido el champán): el alcohol etílico o etanol. Se trata de uno de muchos alcoholes que existen, cuya molécula está formada por 2 átomos de carbono, 6 de hidrógeno y uno de oxígeno, producto generalmente de la fermentación de los azúcares de distintos productos agrícolas con una levadura, fermentación que se da incluso en la naturaleza.

El alcohol etílico como bebida embriagante tiene una historia documentada de al menos 9 mil años, habiéndosele encontrado en restos de cerámica chinos de esa datación. Pero el contenido de alcohol de una fermentación así es bajo, como ocurre en los vinos y cervezas. Fue en el califato de los Abásidas que científicos árabes desarrollaron el arte de la destilación y abrieron la puerta a todas las bebidas “espirituosas” (es decir, del “espíritu” alcohólico de los líquidos fermentados). En el siglo XIX se consiguió además la producción artificial de etanol, que hoy se puede obtener también industrialmente del petróleo.

En 1840 el etanol pasó a ser el llamado “alcohol de lámpara” o “alcohol de quemar”, y los primeros automóviles Ford Modelo T de 1908 se podían adaptar para funcionar con etanol en lugar de gasolina. Sin embargo, la prohibición de las bebidas alcohólicas promovida por el puritanismo llevó a que los productores de alcohol para uso industrial fueran perseguidos junto con los destiladores de bebidas ilegales y los automóviles también dejaron de beber etanol. Pero la crisis petrolera de 1973 llevó al gobierno de Brasil (un país que no produce petróleo para satisfacer su consumo) a emprender un ambicioso programa en 1975 para sustituir a largo plazo los combustibles fósiles por etanol producto de la fermentación y destilación de la caña de azúcar (la parte que también se usa para producir ron). Brasil pidió a los fabricantes de automóviles que produjeran motores capaces de quemar “gasohol”, mezcla de 24% de alcohol y 76% de gasolina e incluso etanol puro. El éxito del programa, gracias al cual hoy el 30% del combustible de autos en Brasil es etanol de caña, fue objeto de atención por el mundo industrializado ante el aumento incesante de los precios del petróleo.

Sin embargo, las razones económicas de los países poderosos encontraron un fuerte apoyo en el cuidado del medio ambiente. El alcohol, a diferencia de la gasolina, se quema “limpiamente”, es decir, sin la producción de gases venenosos como monóxido de carbono, óxidos nitrosos y bióxido de azufre, además de que emite menos gases de invernadero. El etanol generado a partir de productos agrícolas, así, cumple todos los requisitos de un sustituto realmente viable de un producto del petróleo. En Estados Unidos, la producción de etanol fue rápidamente implementada y se espera que en breve alcance el 10% del consumo de gasolina para autos en el país que más combustibles consume. La producción de etanol en ese país, sin embargo, se realiza a partir de maíz, cuyo rendimiento es mucho menor que el de la caña de azúcar. La controversia se ha producido por diversos motivos, desde el temor de alguno de que se afecte la producción de alimentos y se dispare el precio del maíz hasta la previsión de que la producción a partir de maíz se puede ver sustituida muy rápidamente por la conseguida a partir de otros cultivos que rinden mucha más energía y son así económicamente más rentables y permitirán a los Estados Unidos cumplir sus objetivos de 7.500 millones de galones de biocombustible producidos en 2012.

Menos presionada por el consumo de gasolina que Estados Unidos, la Unión Europea se ha fijado la expectativa de que en el 2010 los biocombustibles (el bioetanol y el biodiesel) supongan el 6% del consumo total en los países de la unión. Algunos países, como Suecia, han adoptado calendarios más agresivos. A partir de un convenio entre los productores de automóviles y el gobierno suecos para que los primeros produjeran autos que consuman etanol y del segundo de adquirirlos. En 2004, el gobierno sueco aprobó una ley que obligaba a todas las gasolineras suecas a ofrecer a sus clientes una alternativa de combustible, lo cual favoreció que se optara por ofrecer bombas de etanol junto a las de gasolina y esto, a su vez, hizo que los suecos se sintieran más confiados en la adquisición de automóviles de etanol, que aumentó notablemente en 2005. Hoy, una quinta parte de los automóviles de la capital sueca, Estocolmo, queman etanol, y pronto su flota de autobuses será híbrida, alimentada exclusivamente por electricidad y alcohol etílico, etanol, este combustible limpio, renovable y que es hoy, para muchos, como lo dijera Henry Ford hace 100 años, “el combustible del futuro”... aunque el futuro se haya tardado en llegar.

El bioetanol en España

Según el Barómetro de biocarburantes del Observatorio de Energías Renovables España es el cuarto país europeo (detrás de Alemania, Suecia y Francia) en consumo de bioetanol, y en 2006 se había convertido en el primer productor europeo de este combustible con 240.000 toneladas. Además, una factoría de Ford produce automóviles que funcionan indistintamente con gasolina o bioetanol. Esto no se refleja en las carreteras españolas, sin embargo: la mayor parte del bioetanol y la casi totalidad de los automóviles con motores de etanol se exportan, especialmente a Suecia.