Artículos sobre ciencia y tecnología de Mauricio-José Schwarz publicados originalmente en El Correo y otros diarios del Grupo Vocento

El hombre de los mosquitos

Sir Patrick "Mosquito" Manson,
padre de la medicina tropical

El animal más peligroso del mundo no posee garras afiladas, enorme dentadura, músculos poderosos, veneno, un tamaño imponente ni ninguno de los elementos que habitualmente relacionamos con la capacidad de hacer daño.

El animal más mortífero para el ser humano es el mosquito. Algunos cálculos afirman que las enfermedades transmitidas por los mosquitos han matado a la mitad de las personas que han vivido en la historia, unos 47 mil millones.

Distintas especies de mosquitos pueden transmitir alrededor de 600 agentes causantes de enfermedades, virus, protozoarios o gusanos que afectan a unos 700 millones de personas (el 10% de los seres humanos) principalmente en África, América Latina y Asia. Los más conocidos son el virus del Nilo Occidental, la filiarasis (o elefantiasis), el dengue hemorrágico, la fiebre amarilla y la más mortífera de todas las enfermedades del mundo, la malaria.

El organismo unicelular que provoca la malaria es transmitido por el mosquito anófeles y ocasiona la muerte a entre 2 y 3 millones de personas al año, principalmente niños en África. En comparación, las serpientes venenosas causan unas 9.000 muertes al año en el mundo, los tiburones 5 y el temido cáncer pulmonar 1,4 millones.

El mosquito estuvo impune durante millones de años. Los protomédicos de la antigüedad y de todas las culturas, nunca descubrieron la relación entre la picadura del mosquito y las diversas enfermedades que transmite. Esto ocurrió a fines del siglo XIX, y el responsable fue un médico escocés que llegó a ser conocido como Patrick “Mosquito” Manson.

Educado en la universidad de Aberdeen, a los 22 años Manson viajó a Taiwán como oficial médico y enfrentó el tratamiento de las enfermedades propias del clima cálido y húmedo de los trópicos. La primera que estudió a fondo fue la elefantiasis, una forma de la filariasis cuyo síntoma más notable es la acumulación de líquidos en las extremidades, principalmente en las piernas, y un enorme engrosamiento de la piel y los tejidos subyacentes, dándoles un aspecto que recuerda a las patas de elefante. Como ya se sabía desde mediados del siglo XIX que la filariasis era causada por la infección de pequeños gusanos nemátodos de varias especies, Manson se propuso averiguar cómo llegaban los gusanos al torrente sanguíneo de los enfermos.

Manson empezó a estudiar la elefantiasis en la sangre de su jardinero llamado Hin Lo , que la padecía. Observó que por la noche aparecían más parásitos en la sangre cercana a la piel, de modo que se planteó la hipótesis de que la enfermedad podría ser transmitida por algún insecto que se alimentara de la sangre de los enfermos.

Se dedicó entonces a estudiar a los mosquitos que picaban a los pacientes, atrapándolos y disecándolos cuidadosamente al microscopio en busca de los gusanos. Finalmente los encontró en una especie llamada Culex fatigans. Al analizar el estado de evolución de los gusanos dentro de los mosquitos, y observar asombrado que, en vez de ser digeridos, los parásitos parecían florecer en el sistema digestivo del mosquito. Concluyó que este pequeño y molesto insecto era parte esencial del ciclo de vida de la enfermedad.

De regreso en Londres en 1892, Manson se ocupó de la más extendida y mortal de las enfermedades tropicales, la malaria, cuyo parásito había sido descubierto pocos años antes por Charles Laveran, un cirujano militar francés, quien también describió parte del ciclo vital. En 1894 comenzó una serie de intercambios con Ronald Ross, médico nacido en la India y por entonces dedicado a la malaria, y en diciembre de 1894 publicó un artículo en el British Medical Journal postulando que un mosquito sostenía una fase esencial del desarrollo del parásito, como lo hacía con la filariasis. El trabajo de Manson impulsó a Ross a una investigación que lo llevó finalmente a desrcibir el ciclo vital del parásito de la malaria (un ciclo que muchos de nosotros estudiamos en la escuela) y a identificar a la especie concreta que lo transmitía. Ross escribió en 1898: “Estas observaciones prueban que la teoría del mosquito para la malaria, como la presentó el Dr. Patrick Manson… Su brillante inducción indicó con tanta precisión la línea verdadera de la investigación que mi papel ha sido simplemente seguir su dirección”.

Fue Manson el responsable de dar a conocer al público los descubrimientos de Ross, quien seguía con el ejército en la India. Ambos estaban convencidos de que el control de los vectores o transmisores, los mosquitos, era fundamental para vencer a la enfermedad, pero la idea no tenía precedente alguno y habría sido considerada ridícula, sobre todo porque la sociedad seguía creyendo que las enfermedades eran transmitidas por malos olores o malos aires, tormentas, las constelaciones, la lluvia y otros factores. De hecho, “malaria” está tomado del italiano “mal aire”.

Según relata Joseph Rowton, de la propia universidad de Aberdeen donde estudió Manson, lo hizo con un dramatismo difícil de igualar para no dejar duda de la implicación del mosquito en la transmisión de la malaria. Dejó que dos mosquitos anófeles que se habían alimentado de pacientes de malaria se alimentaran también de dos voluntarios que nunca habían estado expuestos a esta enfermedad, uno de ellos médico e hijo del propio Patrick Manson, Thornburn Manson. Después de ser picados por los mosquitos, desarrollaron la malaria y el parásito se encontró presente en su sangre.

Finalmente, Ross realizó las primeras acciones preventivas en Ismailia, Egipto, combatiendo el desarrollo de larvas de mosquitos en aguas estancadas. En poco tiempo, la ciudad estaba libre de malaria.

Patrick Manson continuó estudiando diversos parásitos propios de las regiones tropicales, fue nombrado Sir del reino británico y fundó tanto la primera escuela de medicina tropical del mundo en Liverpool como la Real Sociedad de Medicina Tropical. Pero, sobre todo, había sido el científico que abrió el camino para entender cómo se transmiten muchas enfermedades infecciosas, una de las claves de la medicina científica.

Mosquitos transgénicos contra la malaria

Dado lo difícil que es prevenir efectivamente la malaria en ciertas zonas, se ha propuesto el uso de mosquitos genéticamente modificados para cortar el ciclo de vida del insecto. Anthony James, de la Universidad de California, ha modificado mosquitos para que las hembras no puedan volar, haciendo que la población caiga dramáticamente junto con su capacidad de transmitir la enfermedad. Las pruebas que se han hecho son alentadoras, aunque se teme el rechazo de grupos opuestos a toda forma de modificación genética.