Artículos sobre ciencia y tecnología de Mauricio-José Schwarz publicados originalmente en El Correo y otros diarios del Grupo Vocento

Alfred Russell Wallace, el pionero oscuro

En la era de los grandes naturalistas ingleses del siglo XX, uno de los más brillantes es hoy uno de los más injustamente olvidados.

Alfred Russell Wallace en su libro sobre
sus viajes por el Río Negro.
(D.P., vía Wikimedia Commons)
La historia nos puede sonar conocida: joven británico emprende un viaje como naturalista de a bordo en una expedición hacia América. Analizando las especies que va encontrando empieza a germinar en su mente la idea de que cuanto ve es una prueba de que las especies se van formando, evolucionando por medio de un mecanismo llamado “selección natural”, mediante el cual los individuos mejor adaptados para la supervivencia tienen una probabilidad mayor de reproducirse, creándose una criba lenta que al paso de larguísimos períodos va llevando a una especie como tal a diferenciarse de otra, a cambiar, a mejorar su adaptación, a sobrevivir mejor.

Sin embargo, ésta no es la historia de Charles Darwin. Es la historia, paralela a la de éste,del segundo genio de la selección natural de la Inglaterra del siglo XIX, Alfred Russell Wallace.

Alfred Rusell Wallace, presuntamente descendiente del independentista escocés William Wallace, nació en Monmouthshire, Inglaterra (hoy Gales) en 1823, como el octavo de nueve hermanos. Cualquier inquietud intelectual que hubiera tenido en su niñez sufrió un duro golpe cuando, a los doce años de edad, su padre, arruinado a manos de unos estafadores, lo tuvo que sacar de la escuela y enviarlo con sus hermanos mayores, uno de los cuales, William, lo tomó como aprendiz de topógrafo.

En 1843, cuando sólo tenía 20 años, el joven Alfred consiguió un puesto como profesor de dibujo, topografía, inglés y aritmética en el Collegiate School de Leicester, donde además empezó a estudiar historia natural, disciplina que lo fascinó, especialmente en cuanto a los insectos y su clasificación.

En 1845, la lectura de un libro de Robert Chambers lo convenció de que la evolución (llamada por entonces “transmutación”) era un hecho real. Tres años después, en compañía de un amigo y colega entomólogo, emprendió el viaje a Brasil, inspirado por otros naturalistas como el propio Darwin, que había hecho su viaje en el “Beagle” en 1831.

Russell Wallace pasó cuatro años recorriendo las selvas brasileñas, recolectando especímenes, haciendo mapas, dibujando animales y escribiendo numerosas notas. Por desgracia, cuando decidió volver a Inglaterra en 1852, el barco en el que viajaba se hundió, dejándolo a la deriva durante 10 días y llevándose al fondo del mar todos los documentos reunidos por el joven naturalista. Sin arredrarse, en 1854 emprendió una nueva expedición, ahora al archipiélago malayo, donde pasó ocho años en total dedicado a documentar la fauna local, describiendo miles de especies hasta entonces desconocidas para la ciencia.

Fue en 1858 cuando, estando convalesciente de una enfermedad en la isla indonesia de Halmahera, Alfred Russell Wallace encontró finalmente una explicación plausible, integral y clarísima del proceso mediante el cual evolucionaban las especies, la selección natural. De inmediato escribió un extenso ensayo explicando su teoría y sus bases, y se la envió a Charles Darwin, con quien ya había tenido correspondencia sobre el tema de la evolución.

Darwin, por su parte, había descubierto el mecanismo de la selección natural años atrás, pero su visión sistemática y pausada (llevaba más de 25 años analizando los datos que había reunido en el “Beagle”, investigando e incluso experimentando sobre temas diversos relacionados con el tema) le había hecho mantener su idea en relativo secreto, hasta estar absolutamente seguro de que los datos la sustentaban. Ahora, sin embargo, el asunto debía saltar al público.

Asesorado por el geólogo Charles Lyell y el explorador y botánico Joseph Dalton Hooker, Darwin aceptó que ellos dos presentaran el ensayo de Wallace y dos extractos del libro que pacientemente había ido redactando Darwin (“El origen de las especies”) ante la Sociedad Linneana de Londres el 1º de julio de 1858, y que se publicaron ese año en la revista de la sociedad con el nombre conjunto de “Sobre la tendencia de las especies a formar variedades y sobre la perpetuación de las variedades y las especies por medios naturales de selección".

Durante los años siguientes, la teoría de la evolución por medio de la selección natural fue conocida como la teoría Darwin-Wallace, y los premios, reconocimientos y críticas recayeron por igual sobre los dos destacados naturalistas, el ya maduro (Darwin estaba por cumplir medio siglo) y el aún joven (Russell Wallace tenía casi la mitad, 25).

Mientras Darwin publicaba un año después su famoso libro y, con el apoyo de Thomas Henry Huxley, capeaba en el Reino Unido el temporal de críticas y malinterpretaciones que produjo, Alfred Russell Wallace continuó trabajando en Indonesia, clasificando, observando y tomando notas.

Cuando finalmente volvio a Inglaterra en 1862, Wallace se dedicó a difundir y explicar la teoría de la selección natural que había creado con Darwin, y a escribir más de 20 libros sobre viajes, zoología y biogeografía, entre ellos “El archipiélago malayo”, un clásico de la exploración y la aventura. Además de ello, tuvo tiempo bastante de disfrutar multitud de honores, premios y apoyos. Incluso cuando se vio en dificultades económicas, contó con la ayuda de Darwin, que consiguió que la corona inglesa le asignara a Wallace un estipendio vitalicio para que pudiera continuar su trabajo sin preocupaciones financieras.

Al morir Alfred Russell Wallace en 1913 a los 91 años, era probablemente el más conocido naturalista inglés. Y sin embargo, conforme la teoría de la selección natural se perfeccionó y afinó con nuevos descubrimientos como la genética para crear la síntesis que hoy explica el surgimiento de las especies, el nombre de Alfred Russell Wallace se fue borrando de la conciencia popular, pese al reconocimiento que Darwin siempre le dio como co-fundador de la teoría de la evolución mediante la selección natural.

Quizá haya alguna clave en el hecho de que Wallace escribiera, con base en las conferencias que dio sobre evolución en los Estados Unidos durante tres años, el libro simplemente intitulado “Darwinismo”, publicado en 1889 y que se convirtió en una de sus obras más citadas, dejándonos con la duda de por qué no lo llamó “Darwinismo-Wallacismo”.

La línea de Wallace

Alfred Russell Wallace fue también uno de los fundadores de la biogeografía, al notar que ,pese a que las islas de Bali y de Lombok, están separadas por apenas 35 kilómetros, la diferencia de su fauna era enorme. Las aves de Bali eran parientes de las que vivían en las islas mayores como Sumatra y Java, mientras que las de Lombok estaban relacionadas con las de Nueva Guinea y Australia. Había encontrado el punto que delimita dos zonas ecológicas distintas, lo que hoy se conoce como la Línea de Wallace.